Activistas colombianas: más allá del 8 de marzo

accion-poetica4Pasados los saludos, las promociones en los centros comerciales y en los bancos por el día de la mujer, es un buen momento para escapar de las agobiantes banalidades y reconectarnos con las luchas que siguen en pie.

En este espacio no claudicamos en la militancia feminista y reproducimos la entrevista realizada a Alfamir Castillo, presidenta del Comité de Mujeres de Corteros de Caña de la localidad de Pradera (Valle del Cauca), Colombia.

Tiene 49 años aunque, por lo vivido, bien pudiera tenerlos todos. Todos son también los años que lleva vinculada a la caña de azúcar. Alfamir Castillo es hija de cortero de caña. Y esposa de cortero de caña. Y hermana de corteros de caña. Y el 90 por ciento del municipio donde vive (Pradera) depende de la caña. Y es la presidenta del comité Mujeres de Corteros de Caña. Y es que, la vida de Alfamir Castillo no se entendería sin la caña de azúcar. Antes de cruzar el océano por vez primera y visitar Newcastle (Inglaterra) invitada por el sindicato de la salud Unison, tiene tiempo para una conversación pausada en la que utiliza sus palabras como si fueran la única forma de descargar la intensidad de lo vivido, que incluye amenazas de muerte por la defensa de un hijo asesinado por militares (Operación Fénix), aunque en esta conversación se centra en el papel de las mujeres relacionadas con la caña de azúcar.

¿Tan diferente es el día a día de una mujer familiar de corteros de caña de una mujer que no tenga nada que ver con el sector?

Mi día a día es mucho más duro que el de una mujer que no esté relacionada con la caña. Ellas no se levantan a las tres de la mañana. Nosotras lo hacemos para preparar la comida de nuestros compañeros y no nos acostamos, seguimos con nuestras tareas: despachar al niño para la escuela, atender nuestro trabajo alternativo de medio tiempo y dejar entonces adelantado el almuerzo. En la tarde tenemos que lavar la ropa de trabajo del marido, que tiene una mugre muy dura; y guardamos la comida hecha, hacemos el jugo y, principalmente, ayudamos a nuestros hijos con las tareas porque el papá no lo puede hacer. Porque cuando el cortero llega a casa está muy cansado. Es difícil que regresen antes de las seis o siete de la tarde; y si lo hacen antes, entonces significa que lo que se han ganado es muy poco. Tenemos horario de levantarnos pero no para acostarnos. Una esposa de cortero de caña se puede acostar por lo general a las once de la noche, sabiendo que al día siguiente te toca levantarte. No tenemos momentos de compartir como familia.

Esta vida, ¿es la misma que llevaba tu madre, también esposa de cortero de caña?

La situación de la mujer colombiana ha empeorado. Recuerdo que mi madre, cuando tenía un hijo, lo primero que te daban en la actual EPS [empresa aseguradora de servicios de salud], entonces con otro nombre, era la leche que necesitaría tu hijo durante todo el año. Ahora no. Además, mi padre siempre regresaba a casa a las cuatro de la tarde. Los horarios se ampliado y los salarios se han mantenido o incluso han bajado con respecto al nivel de vida. El deterioro del pago del corte de caña es enorme. Antes un trabajador de caña podía ir a recrearse con su familia; muchos ingenios [el nombre de ingenio azucarero, en referencia a cada empresa concreta, viene de las antiguas haciendas coloniales americanas, con instalaciones para procesar la caña de azúcar] daban incluso bonos de recreación para la familia. Ahora no se puede hacer, primero, porque no hay plata y, segundo, porque no hay tiempo. Después está el no reconocimiento a las familiares de corteros, cuando en realidad la mujer está todo el día afectada por el corte de caña.

Entonces, ¿la presencia de la mujer en el corte de caña siempre es indirecta aunque las consecuencias como explicas sean muy directas?

El trabajo directo de las mujeres es la excepción. Y las pocas que hay son mujeres invisibilizadas. No cortan caña como lo hacen los hombres pero sí cortan la semilla y la siembran. Incluso nuestros compañeros nos dicen que es más duro cortar la semilla que cortar caña larga, porque al fin y al cabo ellos no se tienen que agachar tanto. Pero igualmente sentimos que trabajamos para un ingenio, pues nuestra vida depende y gira en torno al ingenio.

¿Cómo son en este trabajo los ingresos de una mujer comparados con los de un hombre?

No son los mismos. En el corte de semilla no se paga por horas sino que, por ejemplo, cada corte de semillas de caña se paga a 200 pesos [menos de diez céntimos de euro]. Con esas cifras, una mujer que se dedique a cortar o a sembrar semillas no llega al mínimo mensual [589.000 pesos aproximadamente, menos de 250 euros], mientras que un hombre sí suele llegar. Sólo por el hecho de ser mujeres nuestro trabajo está peor remunerado.

El 8 de septiembre de 2008 el sector de corteros de caña decidió parar. No era la primera vez pero sí fue la más duradera. Y la ocasión en la que las mujeres decidieron levantar la voz. ¿Por qué?

Ninguna nos imaginábamos que el paro iba a durar cerca de tres meses. Pero vimos que pasaba el tiempo y que no llegaban a un acuerdo. Los ingenios no se querían sentar a negociar. Muchas de nosotras decidimos sacar una carta, pues se oían muchos rumores que no eran ciertos con respecto a los trabajadores, nuestros esposos, hermanos y padres. Se decía que no querían trabajar, que pedían mucho, que exigían cosas imposibles… decidimos que teníamos que decir a la gente por qué realmente estaban en paro y lo que pedían.

¿Y por qué esa labor de informar acerca de la situación laboral que estaban viviendo los corteros no la realizaron los propios hombres?

Fuimos nosotras porque ellos estaban en los ingenios bloqueando las diferentes entradas, para que ni entraran ni salieran mulas con caña. No les quedaba tiempo de hacer otra cosa. Y considerábamos que nosotras podíamos tomar la iniciativa. En las casas se estaba viviendo necesidad de comida. Como mujeres tampoco podíamos mandar a los niños a estudiar, no había para el desayuno ni para el almuerzo.

¿Cómo aceptó la sociedad, y en concreto el municipio de Pradera, que las mujeres levantaran la voz?

Era la primera vez que las mujeres salían al frente y causó mucha sorpresa. Estábamos invisibilizadas y decidimos hacernos ver. Fue toda una polémica. Mucha gente nos daba su apoyo pero también hubo muchos que nos rechazaron solamente por ser mujeres. Recibimos muchas críticas que decían que nosotras no trabajábamos directamente en los ingenios.

Y ¿cuál fue el apoyo de las autoridades locales y nacionales?

Los gobiernos, por lo menos en Pradera y en Palmira, nunca nos han apoyado. Y el Gobierno de Bogotá, menos. Nos califica de insurgentes y nos acusan de luchar por algo que ya tenemos. El apoyo internacional ha venido en forma de instituciones. Siempre hemos encontrado más apoyo internacional que en nuestro propio país. Aunque con no pocas trampas: algunos compañeros han sido invitados por sindicatos patronales a comentar lo bien que está la situación del cortero. Es la diferencia entre un sindicato obrero y un sindicato patronal.

Los medios de comunicación, ¿han atendido a vuestras demandas?

No porque alguna vez les hemos llevado denuncias y siempre se han comportado de manera muy hermética. Los ingenios son bastante audaces y tanto al Gobierno como a los medios de comunicación les dan una especie de incentivo para que estén de su lado.

¿Cuáles fueron vuestras principales demandas?

El objetivo principal era que los trabajadores fueran contratados directamente por los ingenios. Nunca se logró, pero sí hubo avances que hoy se han perdido: ahora nuestros trabajadores están siendo mucho más esclavizados; también pedíamos salud básica, vivienda digna, educación para nuestros hijos y posibilidad de recreación.

Regresando a la actualidad, ¿quiénes negocian con los ingenios las condiciones laborales?

Siempre los hombres. Nunca se ha tenido en cuenta la labor de las mujeres. Por responsabilidad exclusiva del ingenio, no de nuestros compañeros, pues a muchos de ellos les gustaría que nosotras participáramos en esa mesa de negociación. Deberíamos estar ahí incluso quienes no recibimos un salario directo por parte de los ingenios, pues estamos condicionadas todo el día por ellos. En todo caso, tendrían que ser mujeres que tengan que ver con el cortero, que sean afectadas y que lo vivan en el día a día. Que no sea una mujer de un partido político.

¿Quién está detrás de estos ingenios?

Tres-cuatro familias colombianas poderosas. Cada vez menos. Son los Leder, los Caicedo, los Lule. Los principales capitalistas de los ingenios azucareros son familias adineradas de Colombia que han conseguido todo su poder y todo su imperio a través de ignorar las luchas de los trabajadores corteros.

La maquinización es una de las realidades hoy del sector industrial, también en lo que respecta a la caña de azúcar y a los corteros. ¿En qué medida os afecta y cómo lo vivís?

Las máquinas están dejando muchas familias sin trabajo. ¡Una máquina reemplaza a 120 trabajadores y se dice que van a traer máquinas que reemplazan a 180-200 trabajadores! En un territorio donde la mayoría de la gente vive y depende del corte de la caña, va a ser una masacre laboral. Es algo que sucede desde 2008, con etapas prolongadas de despidos con frecuencia invisibilizados. Como comité no nos oponemos a la mecanización. Pero que entonces nuestros hombres no se queden sin saber qué hacer. En estos momentos, con muchas enfermedades recogidas por el corte y con familias dependientes, nadie les va a dar trabajo, pues son hombres de a partir de 40 años.

En ese sentido, hacéis mucho hincapié en la formación. Sin embargo los propios ingenios aseguran que ya facilitan talleres y cursos.

Desde el principio las mujeres pensamos que debíamos capacitarnos para saber a qué teníamos derecho. Es cierto que los ingenios han accedido a la capacitación, incluso con trabajadores que no sabían leer ni escribir. Pero no es la capacitación que nosotras estamos pidiendo, porque debería suponer una fuente de ingresos o de alternativas laborales. La que ofrecen es una capacitación de 3-4 meses, un período tan corto que no garantiza nada. Además, está enfocada a un determinado tipo de negocios. No es posible que todas las mujeres de corteros pongamos una panadería o una peluquería en el municipio, cuando el 90 por ciento del municipio vive de la caña. Lo que pedimos es que, por ejemplo, nos capaciten en modistería y nos faciliten montar una empresa para que la propia ropa que usan los hombres en el ingenio seamos las mujeres quienes la hagamos. O que si por ejemplo me especializo en hacer trapeadores [fregonas] y escobas [cepillos], que el mismo ingenio, que necesita esos utensilios, nos los encargue a nosotras. De otra forma quedamos a la deriva.

¿A qué se debe la decisión de no convertiros en sindicato y manteneros como comité?

Vemos el sindicalismo como una alternativa para más adelante. Pero no es fácil porque por ejemplo en el Valle del Cauca no hay un sindicato específico de mujeres. En los sindicatos hay un machismo que muchas mujeres van rompiendo poco a poco. Esperamos dar ese paso en el futuro.

Es imposible hablar sobre Colombia y no mencionar el proceso de paz. Como mujer y presidenta del comité, ¿qué piensas de las conversaciones de La Habana entre el Gobierno y la insurgencia?

Que en la mesa de negociación sólo hay hombres. Es lo primero que vemos. Nosotras pensamos que al proceso de paz todavía le falta, pues lo que están proponiendo ahora tanto el ente gubernamental como la insurgencia es un proceso para que se acabe la guerra. Pero somos nosotros, el pueblo, los que tenemos que pedirlo. Además ¿el fin de la guerra nos traerá la paz? Principalmente hay que tener en cuenta al pueblo, que es quien lo vive, quien lo siente, quien ha perdido a sus familiares y a sus seres queridos. Mientras no se tenga en cuenta al pueblo, y principalmente a la mujer, no vamos a tener paz.

Si las conversaciones de La Habana llegan a buen puerto, ¿cuáles serían las consecuencias para la situación de las mujeres y en concreto para mujeres como las del comité mujeres de corteros de caña?

Por mucho que en La Habana firmen la paz, va a seguir igual tanto la situación de las mujeres como las demandas del comité. La paz que hay sobre la mesa en La Habana no va a solucionar muchas cosas. Está en juego el fin de la violencia, que la guerrilla entregue sus armas y que prometa que no va a secuestrar. Pero eso no nos garantiza que vivamos y que tengamos una paz como la que queremos.

Entrevista realizada por J.Marcos en el sitio Omal.info

Paz con Dignidad

La entrevista también ha sido publicada en http://www.desplazados.org/

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